Comentario
De lo que se hizo en el real de Narváez después que de allí salieron nuestros embajadores
Pareció ser que como se vinieron el Juan Velázquez y el fraile e Juan del Río, dijeron al Narváez sus capitanes que en su real sentían que Cortés había enviado muchas joyas de oro, y que tenía de su parte amigos en el mismo real, y que sería bien estar muy apercibido y avisar a todos sus soldados que estuviesen con sus armas y caballos prestos; y demás desto, el cacique gordo, otras veces por mí nombrado, temía mucho a Cortés, porque había consentido que Narváez tomase las mantas y oro e indias que le tomó; y siempre espiaba sobre nosotros en qué parte dormíamos, por qué camino veníamos, porque así se lo había mandado por fuerza el Narváez; y como supo que ya llegábamos cerca de Cempoal, le dijo al Narváez el cacique gordo: "¿Qué hacéis, que estáis muy descuidado? ¿Pensáis que Malinche y los teules que trae consigo que son así como vosotros? Pues yo os digo que cuando no os cataréis será aquí y os matará"; y aunque hacían burla de aquellas palabras que el cacique gordo les dijo, no dejaron de se apercibir, y la primer cosa que hicieron fue pregonar guerra contra nosotros a fuego y sangre y a toda ropa franca; lo cual supimos de un soldado que llamaban "el Galleguillo", que se vino huyendo aquella noche del real de Narváez, o le envió el Andrés de Duero, y dio aviso a Cortés de lo del pregón y de otras cosas que convino saber. Volvamos a Narváez, que luego mandó sacar toda su artillería y los de a caballo, escopeteros y ballesteros y soldados a un campo, obra de un cuarto de legua de Cempoal, para allí nos aguardar y no dejar ninguno de nosotros que no fuese muerto o preso; y como llovió mucho aquel día, estaban ya los de Narváez hartos de estar aguardándonos al agua; y como no estaban acostumbrados a aguas ni trabajos, y no nos tenían en nada sus capitanes, le aconsejaron que se volviesen a los aposentos, y que era afrenta estar allí, como estaban, aguardando a dos, tres, y as que decían que éramos, y que asestase su artillería delante de sus aposentos, que era diez y ocho tiros gruesos, y que estuviesen toda la noche cuarenta de a caballo esperando en el camino por do habíamos de venir a Cempoal, y que tuviese al paso del río, que era por donde habíamos de pasar, sus espías, que fuesen buenos hombres de a caballo y peones ligeros para dar mandado; y que en los patios de los aposentos de Narváez anduviesen toda la noche veinte de a caballo; y este concierto que le dieron fue por hacerle volver a los aposentos; y más le decían sus capitanes: "Pues ¡cómo, Señor! ¿Por tal tiene a Cortés, que se ha de atrever con tres gatos que tiene a venir a este real; por el dicho deste indio gordo? No lo crea vuestra merced, sino que echa aquellas algaradas y muestras de venir porque vuestra merced venga a buen concierto con él"; por manera que así como dicho tengo se volvió Narváez a su real, y después de vuelto, públicamente prometió que quien matase a Cortés o a Gonzalo de Sandoval que le daría dos mil pesos; y luego puso espías al río a un Gonzalo Carrasco, que vive ahora en la Puebla, y al otro que se decía fulano Hurtado. El nombre y apellido y señal secreta que dio cuando batallasen contra nosotros en su real había de ser "Santa María, Santa María"; y demás deste concierto que tenían hecho, mandó Narváez que en su aposento durmiesen muchos soldados, así escopeteros como ballesteros, y otros con partesanas, y otros tantos mandó que estuviesen en el aposento del veedor Salvatierra, y Gamarra, y del Juan Bono. Ya he dicho el concierto que tenía Narváez en su real, y volveré a decir la orden que se dio en el nuestro.